Vamos caminando poco a poco rumbo a la Navidad; el Adviento abre un camino nuevo dando oportunidad a una conversión sincera girando el corazón hacia Dios. El protagonista de este domingo y el que viene es Juan Bautista. Con su mensaje, exhorta a la sociedad de hoy a reencontrar el camino y esperar con esperanza cristiana, que es a la vez jubilosa pero exigente en el cambio radical de acciones que destruyen el espíritu de esta temporada. Muchas compras y prisas sin sentido hacen olvidar lo importante del mensaje: “Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.” Significa abrir el corazón a la luz del mensaje. Un corazón sencillo que perdona y experimenta la conversión en pequeños detalles como: una palabra de amor a su familia, aceptar a la persona que no cae bien, o simplemente quitar la cara aburrida de siempre.
“Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no de fruto, será cortado y arrojado al fuego.” Mas claro el mensaje no puede estar. La presencia salvadora se presenta en este Adviento invitando a hacer obras buenas, preparando y arreglando lo que esta chueco o, como se dice, dejar de hacer tranzas. El Adviento implica ser valientes para hacer el bien. ¿Qué estás dispuesto a cambiar? ¿Qué se debe de enderezar? Recuerda, Isaías lo describe así: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará.” El llamado sigue, ¿que respondes?
Un día, escuchamos la noticia de que un posible tornado se dirigía hacia nosotros. Nosotros vivimos a las orillas de una carretera, y se dirigía por ese mismo camino. Mi esposa e hijos se amontonaron en el baño de abajo. No hay muchos tornados en Carolina del Norte, por lo que nuestros hijos estaban particularmente preocupados porque era algo que nunca habían pensado que sucediera antes. El tornado nunca llegó a nuestro vecindario, pero sí hizo que uno de nuestros hijos expresara que necesitaba ir a la Confesión lo antes posible. No había hecho nada excesivamente pecaminoso, pero encontrarse cara a cara con un tornado le había hecho tener dudas sobre su preparación para encontrarse con Dios. Espero que un tornado no atraviese camino a través de tu ciudad o pueblo este Adviento.
A veces, recordatorios de nuestra mortalidad encuentran su camino a nuestra vida. El fallecimiento de un ser querido, un accidente automovilístico o un problema de salud pueden hacernos reflexionar sobre dónde estamos en nuestra relación con Dios. Sin esos momentos, podemos encontrarnos viviendo diariamente sin tener en cuenta dónde está Dios en nuestra vida y si nuestras acciones le agradan ...o si nos arrastran más hacia el mundo.
Adviento es el momento de hacer un inventario para saber en dónde estamos con Dios. ¿Cómo estamos viviendo como buenos corresponsables y discípulos maduros? ¿Qué necesito enmendar con el poder curativo del sacramento de la Penitencia? Puede que no venga un tornado, pero Jesús regresará algún día. Espero corras fuera de tu casa para salir a su encuentro, y Él no te encuentre amontonado y asustado en tu baño.
El tiempo de Adviento tiene dos características: es a la vez un tiempo de preparación para la solemnidad de la Navidad en que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios entre los hombres y un tiempo en el cual, mediante esta celebración, el ánimo se dirige a esperar la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estos dos motivos, el Adviento se presenta como un tiempo de piadosa y alegre esperanza. El tiempo de Adviento comienza con las primeras vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre, o lo más próximo a ese día, y concluye antes de las primeras vísperas de Navidad. Los domingos de este tiempo se llaman: primer, segundo, tercer y cuarto domingo de Adviento (Normas Universales sobre el año litúrgico números 39,40,41).
Hoy comenzamos un nuevo tiempo de lecturas y reflexiones, es lo que se llama el ciclo “A”. Escucharemos el Evangelio de San Mateo. La principal característica de las lecturas es estar vigilantes, atentos para no perder la ruta que es Jesucristo. Vivir atentos significa darse cuenta de los signos de los tiempos presentes. ¿Qué se vive actualmente? Jesús nos recuerda hoy que el tiempo no es del reloj, sino de la gracia y acción de Dios en la vida del ser humano. Podemos planear todo bajo calendario, pero cuando Dios llama hay que responder. San Pablo exhorta, “Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz.” Por lo tanto, Adviento es decir con amor, esperanza y total sinceridad de corazón: ¡Ven, Señor Jesús!
Cuando nació mi primer hijo, teníamos un cuarto de bebe creado para él que tenia imágenes de "La Biblia del Principiante" pintadas en todas las paredes. (Es posible que hayas visto esta Biblia antes, donde las figuras bíblicas en el libro tenían los ojos bien abiertos). Imágenes de Adán y Eva, David y Goliat, y Jesús se exhibían en las cuatro paredes. En la pared más grande había una gran imagen del Arca de Noé con muchos animales. A medida que nuestro hijo crecía, señalábamos imágenes en la pared mientras le leíamos cuentos antes de dormir. Nuestro hijo ahora tiene 20 años y vive a varias horas de nosotros, por lo que esos días están muy atrás en nuestro espejo retrovisor de la vida.
Nos preparamos bastante para su nacimiento. Cuando nacieron nuestros dos hijos siguientes, el tiempo de preparación había disminuido significativamente. La mayoría de los padres saben de lo que estoy hablando. La novedad del primogénito trae tanta emoción que uno se ve obligado a pasar innumerables horas preparándose. Cuando nacen los próximos niños, ciertamente estás emocionado, pero actúas de manera diferente y con un poco más de reserva.
Para la mayoría de los lectores, este no es su primer Adviento. Probablemente no sea su último. Si te acercas a estos días de diciembre simplemente como una forma de prepararte para la Navidad, es posible que te encuentres haciendo lo mismo que el año pasado. Sin embargo, si pasas este tiempo reflexionando sobre el momento en que Jesús regrese o cuando lo veas cara a cara, podrías despertar parte de esa emoción de anticipación dentro de ti. Jesús viene de nuevo. Cuando personas de todas las edades entienden esta realidad, esto puede ser causa para tener los ojos grandes y muy abiertos.
Hoy terminamos el Año Litúrgico del ciclo “C”. El próximo domingo será el primer Domingo de Adviento e iniciaremos el ciclo “A”. Durante el año que termina escuchamos el Evangelio de Lucas. Con el ciclo “A” se dará inicio al Evangelio de Mateo. Hoy celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. “Digno es el Cordero degollado de recibir poder y riqueza, sabiduría y fuerza, honor, gloria y alabanza... Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 5:12-13). Por eso necesitamos que Cristo reine en nuestra inteligencia, en nuestra voluntad, en nuestro corazón y en nuestro cuerpo, como dijo el Papa Pío XII.
En la oración colectiva tendremos la oportunidad de meditar Sobre Jesús como Rey: “Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundamentar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo, concede, benigno, que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de siglos, Amén.” El Papa Francisco nos dice: “El Mesías de Dios, el Elegido, el Rey” (Lucas 23:35-37) se presenta sin poder y sin gloria; está en la cruz, donde parece más un vencido que un vencedor. Su realeza es paradójica: su trono es la cruz; su corona es de espinas; no tiene cetro, pero le ponen una caña en la mano; no viste suntuosamente, pero es privado de la túnica; no tiene anillos deslumbrantes en los dedos, sino sus manos están traspasadas por los clavos; no posee un tesoro, pero es vendido por treinta monedas.”
¡Sería increíble ser un rey o una reina! Poder absoluto, riqueza indecible y personas que respondan a cada una de tus llamadas son cosas que no serían tan malas. Por supuesto, yo sería un monarca benevolente, y esperaría que todos mis súbditos me amaran. Me aclamarían cuando saliera del palacio, y creo que mi índice de popularidad en las urnas saldría por los techos. Pero si no fuera así, también estaría bien, porque yo gobernaría el reino. Y eso significa que no me echarían del poder. ¡Ni que hablar sobre seguridad laboral!
Aunque suene muy bien, el Rey de reyes también podría haber tenido todo eso, pero en cambio, eligió un camino muy diferente. Renunció al poder absoluto para que todos sus súbditos pudieran tener el libre albedrío para elegir seguirlo. Renunció a la riqueza incalculable para ser tratado como un delincuente común y recibir una sentencia de muerte. Renuncio a tener sirvientes a su disposición para poder ser él mismo el sirviente de todos sus súbditos. Sí, él era el Rey de reyes, pero no se parecía en nada a un rey típico. Por mucho que piense que sería genial ser un rey, preferiría emular a este Rey.
¿Cómo quién preferirías ser? Podrías tenerlo todo o elegir dar todo. Podrías elegir un camino de lujo o un camino de prueba. Podrías ser respetado por muchos o encontrarte en una cultura que te encuentra cada vez más objetable. ¿Cómo quién preferirías ser? ¿Llegas a una respuesta rápidamente, o necesitas algo de tiempo para pensarlo? El Rey de los reyes espera tu respuesta.
Dios nunca nos abandonará si no lo abandonamos a las primeras de cambio. Las lecturas de la liturgia de hoy hablan sobre el final de los tiempos. La advertencia es no asustarse, sino prepararse para dar testimonio de fe y permanecer con el Señor pase lo que pase. En el tiempo de Jesús, así como en el nuestro, existió la división entre países, destrucción de ciudades enteras por la guerra, conflictos de inmigración y alegatos de poder de muchos de los gobernantes del mundo. “No se asusten si oyen hablar de guerras y disturbios, porque esas cosas tienen que ocurrir primero, pero el fin no llegará tan de inmediato.” (Lucas 21:9). Y en otro momento, les dice Jesús: “Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, y esa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mi.” (Lucas 21:12-13).
¡Dar testimonio! Es lo más fácil de decir y lo más difícil de cumplir. Una vida de sacrificio nadie la quiere; todos buscan lo fácil lo agradable. Sin embargo, San Pablo nos advierte que hay que trabajar para ganarse el sustento. Entonces, ¿Qué debemos hacer? Pues, confiar y ponerse en manos de Dios en el esfuerzo de cada día. “Vive por horas sin pensar en lo que seguirá: llena la hora presente como si fuera la última para ti; con el sólo fin de agradarme”. (Diálogos de Jesús con Concepción Cabrera de Armida). ¿Cuál será tu compromiso de esfuerzo para el trabajo? Todo lo que se escoja será a base de esfuerzo; la fidelidad al Evangelio siempre dirige al cambio y a una vida llena de Dios. ¡El mundo necesita gente buena como tú!
Los católicos a menudo se sienten atraídos por los santos debido a su profesión, pasatiempos o antecedentes étnicos. El santo patrón de cada uno sirve como un ejemplo de cómo vivir una vida de santidad y servicio a Dios. Sostenemos a los santos de la Iglesia en alta estima. Sin embargo, a veces podemos cometer el error de verlos como el tema de historias impresas y no como personas reales. Podemos asumir que su nivel de devoción y santidad es inalcanzable. De hecho, todos estamos llamados a ser santos.
Nuestro mundo necesita más santos vivos que vivan su corresponsabilidad de una manera radical. Las historias son valiosas, pero cuando otros ven a los discípulos de Jesucristo respondiendo a su llamado en persona, considera el impacto. Hay una razón por la cual el testimonio laico es tan importante para cultivar una cultura de corresponsabilidad en una comunidad parroquial. Las personas que podemos ver y escuchar están vivas frente a nosotros. Algunos dirán que ser verdaderamente humildes significa actuar de forma anónima, pero no estamos hablando aquí de acciones que gritan, “¡Mírame!” Estamos hablando de actuar de una manera que las personas no nos vean a ti y a mí, sino a Jesús.
Debemos ser modelos y ejemplos el uno del otro. Debemos edificarnos unos a otros y hacer fuerte al Cuerpo de Cristo. No te quedes deseando tener la fuerza para ser un santo. Ya se te han dado los dones necesarios para ser el santo al que estás llamado a ser. Tal vez la gente lea sobre ti más tarde, pero ¡la Iglesia te necesita ahora!